Símbolo de la eternidad de Roma, el Coliseo o Anfiteatro Flavio, como era conocido en época clásica, transporta como pocos monumentos al esplendor de la Roma Imperial. Su arquitectura casi perfecta le ha permitido subsistir 2.000 años a pesar de los incendios, terremotos y los sistemáticos saqueos que ha sufrido a lo largo de la historia.
El mayor anfiteatro del mundo se levantaba en el corazón de la Antigua Roma. El emperador Vespasiano lo hizo construir en el lugar que ocupaba un gran estanque de la mansión de Nerón, para borrar de este modo la memoria de su odiado predecesor.
Es recomendable comenzar la visita al Coliseo por el exterior, dando la vuelta al monumento para apreciar todos sus detalles constructivos. La perfección técnica alcanzada por los romanos en este edificio resulta asombrosa.
La visita al interior permite contemplar las galerías, gradas, escalinatas, el espacio de la arena, con los subterráneos al descubierto... pero sobre todo hace revivir los espectáculos del mundo antiguo de modo muy intenso.
Volver
No hay comentarios:
Publicar un comentario